jueves, 28 de abril de 2011

Día 276: Life is messy sometimes.

No me mates, porfa porfa porfa. Tengo excusas esta vez. Ya sabes lo mucho que me gusta sentarme aquí a redactar todo lo que pasa por mi mente, pero en las últimas dos semanas y media no ha habido tiempo para ello. La noche del domingo 16 me disponía a escribirte pero una sorpresita se dispuso entre el portátil y yo. Prefiero no contarte cómo se jodió mi ordenador, para empezar porque ni yo lo sé. Lo dejaré en que yo ni estaba en casa cuando sucedió. Aquella noche, me dirigía a contarte lo entretenido que había sido el fin de semana y la celebración del cumple de mi Millie. Cuando me encontré en la situación de no poder hacerlo, empecé a soltar cosas no muy melódicas por mi boca. Por así decirlo. Pero bueno, despues de diez días, recuperé a mi pequeño. No supuso tanto estrés como pensé que supondría. Toma trabalenguas, yo ya no sé ni hablar con propiedad. En fin, corramos un tupido velo sobre eso y a lo que iba. Aquel fin de semana fue otro de esos que se quedarán en mi memoria. No hubo mejor forma que pasar el sábado cuidando de Marina ya que la pobre no podía ni moverse. Supongo que te acordarás de la historia del pie. El caso es que las horas pasaron más rapido de lo esperado, y a las once y media nos dimos cuenta de que me debería quedar a dormir allí. Así fue. El día siguiente celebramos el dieciocho cumpleaños de mi rubia de bote favorita. Fuimos a ver el musical de la película Hairspray, y aquello fue más que divertido. El viaje en coche con mis cuatro fantásticas fue todavía mejor.. ya sabes que lo de no traspasar el límite de velocidad con la música a tope es un poco difícil, y más todavía cuando Millicent conduce. Los próximos días pasaron más rápido de lo esperado. Y digo de lo esperado porque lo único que estaba en mi mente era mi familia. El 21 por la mañana aterrizaron en el aeropuerto de Seattle, y esa es la segunda razón por la que no te he escrito hasta ahora; como comprenderás, el tiempo con ellos era limitado y no me lo iba a pasar pegada a la pantalla del ordenador. Diez días se quedaron. Y digo quedaron porque acabo de verlos irse hace diez minutos.. empezó igual que acabó, con lágrimas. Pero que se la va a hacer, supongo que la naturaleza es sabia. Al principio me costaba ver como mi verdadera familia se había colado en mi monotonía americana. Me sentía extraña, no creo que lo entiendas. Tampoco lo pretendo. Pero supongo que los días en Seattle con ellos me recordaron a cualquier viaje que hacemos durante el año, la única diferencia aquí es que yo era la guía. Además ahora me entienden mucho mejor, y es que han experimentado todo de lo que yo hablaba. Ahora entienden lo de que la comida es una mierda, lo de que los horarios son diferentes y lo de que las personalidades americanas y europeas pueden llegar a chocar en muchas cosas. Mi hermano ha visitado un high school americano, mis padres han decidido que la costa del pacífico es tan bonita como cualquier zona de los Alpes, han visto mi vuelta al tenis, han conocido a mis mejores amigos y a sus respectivos padres y.. habrá que decirlo, han mejorado un poquito el inglés. Jajaja. Yo creo que en estos días he mejorado en eso de cambiar de ingles a español y de español a ingles sin pensarlo. La gracia es que me sentía igual de confortable hablando una lengua como la otra. Creo que mi familia trajo el sol con ellos, es el mejor tiempo que hemos tenido aquí desde agosto; ahora estoy rezando para que no se lo lleven con ellos. El area Seattlelense necesita mantener las temperaturas más altas. Entre todo este ajetreo me he olvidado de contarte que lo del pie de Marina no fue una broma y acabó teniéndosese que operar, sí. Y lo de las muletas le va para largo, aunque no tan largo como la graduación.
Prometo que me pasaré por aquí en unos días enseñándote las fotos de los Cifuentes por Seattle, será divertido. Yo ahora voy a disfrutar de la casa que está para mi sola, hemos pasado de ser ocho a ser solo yo, así que voy a aprovecharlo.
La posdata esta vez es.. Sigo odiando las despedidas.

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